El Proyecto Tianhe ¿es el futuro?
Sin lugar a dudas, con una visión a corto-medio plazo, uno de los temas de mayor preocupación, en España y en buena parte del mundo, en lo que atañe a la producción pecuaria convencional, se refiere a poder atender a su demanda global de agua.
En este marco me parece interesante profundizar, aunque sea muy someramente, en este tema. La reserva hidráulica en España se estima que está actualmente en los 23.126 hectómetros cúbicos de acuerdo con los datos aportados por el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación (MAPA).
Significa este dato que la cantidad de agua embalsada se sitúa sólo en un nivel real del 41,6 por 100 de su capacidad total (en la misma semana del año pasado, año 2018, el volumen de agua embalsada era de 29.853 hectómetros cúbicos, un 53,2 por 100 de su capacidad total cifrada en 56.074 hm3). Por otra parte, la reserva media en la misma semana de los diez últimos años se eleva a 30.464 hectómetros cúbicos; es decir, al 54,33 por 100 de su capacidad.
Es evidente que la situación va empeorando poco a poco (en nuestro país la fragilidad natural de nuestro suelo ocasionada por las características climáticas, topográficas y edáficas, se suma la presión de la actividad humana).
Todo parece indicar que las afirmaciones de doña Eva van den Berg, publicadas en el National Geographic y referidas al hecho de que más de una cuarta parte de nuestro país está amenazada por la desertificación, se van aproximando a la realidad.
La reducción de las precipitaciones en nuestro ámbito geográfico, unida a su naturaleza tormentosa y poco regular de las mismas a las que deben sumarse, como ya se he indicado, las vías de comunicación que cortan las vías de drenaje, una mala planificación urbanística (que, a menudo, origina un sellado del suelo, o soil sealing, afectando a la capacidad natural de infiltración y de amortiguación de escorrentías e inundaciones), los incendios forestales y ciertas prácticas agrícolas, están generando una aceleración en la erosión del suelo contribuyendo todo ello directa y significativamente, al mencionado avance de la desertización en España.
Cierto es que según don José Luis Rubio, presidente de la Sociedad Europea de Conservación de Suelos y exdirector del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE), este fenómeno no es exclusivo de nuestro país dado que la desertificación es consecuencia de múltiples factores que tienen su origen en la interacción de los procesos naturales con los usos del territorio y, hoy en día, las zonas terrestres amenazadas por el riesgo de desertificación constituyen el 40 por 100 de la superficie de la Tierra.
Ahora China, que es uno de los países que más necesita asegurar el abastecimiento de agua teniendo en cuenta sus tasas de crecimiento poblacional y producción global, pretende conseguir el agua que va a necesitar a través de la aplicación de la tecnología.
La consecución de este complejo objetivo se basa en la realización de un macro-proyecto denominado Tianhe o Río Celestial, fundamentado en la aportación de unas 10.000 cámaras emisoras de yoduro ubicadas en una superficie de unos 1,5 millones de kilómetros cuadrados, destinadas a sembrar nubes propias (nubes creadas) sobre la meseta tibetana que, por tratarse de una región con grandes glaciares y depósitos muy importantes de agua subterránea, es clave para el abastecimiento de agua a China y a los países fronterizos.
El mencionado macro-proyecto se fundamenta, según lo que he podido leer, en lanzar a la atmósfera grandes cantidades de yoduro de plata con el fin de favorecer las precipitaciones (recordemos que en España, a finales de los años 80, la organización Metrológica Mundial (OMM) ya realizó, en la Cuenca del Duero, alguna de estas pruebas en el marco del denominado Proyecto de Intensificación de Precipitación (PIP), pero los resultados fueron poco positivos).
A pesar de las dudas que este método genera en la comunidad científica internacional, China en el año 2017 ya destinó cerca de 160 millones de euros para financiar este proyecto que tiene como objetivo básico conseguir la consecución de 10.000 millones de metros cúbicos de agua adicionales en los próximos años.
Este proyecto no es incompatible con unos positivos cambios de los patrones de cultivo basados en una rotación adecuada de cultivos dado que la presencia de una cubierta vegetal permite un entorno inmediato más fresco y, en el marco de grandes extensiones, puede favorecer, a causa de la absorción del dióxido de carbono, condiciones de mayor humedad las cuales, a su vez, incrementan del orden de un 10 por 100 la denominada “precipitación conectiva”.
Lo cierto es que ante las perspectivas que tenemos actualmente en nuestro país, por todo lo expuesto a lo que hay que añadir el cambio climático, toda actuación técnica que permita reducir significativamente o incluso invertir, las perspectivas de aumento de la sequía y de la desertización, serán una bendición a todos los niveles y también, por supuesto, para la producción pecuaria convencional.
Por esta razón es muy de desear que el proyecto Tianhe se vea coronado por el éxito y nos permita, asumiendo su coste, ver el futuro con otra perspectiva.
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid
Universidad Alfonso X el Sabio
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