Ciencia y el bienestar animal. Una reflexión
A lo largo de estos últimos años he tratado este tema del Bienestar Animal (BA) con una cierta frecuencia en mis clases, en mis publicaciones y en alguna de mis conferencias. Lo he hecho siempre, cierto es, desde la perspectiva de la consideración y del análisis de una situación coyuntural e individual que afecta a todo individuo en el seno de la colectividad de animales útiles en la que está inmerso y que constituye, en cada caso, la base animal útil en fase productiva.
Vuelvo a ello después de haber leído y estudiado, con toda atención, el docto artículo publicado por mi buen y sabio amigo el Dr. Quintiliano Pérez Bonilla, que es, entre otras muchas cosas, ganadero de porcino y Académico de la Real Academia de Ciencias Veterinarias de España. En su escrito, con el que estoy global y conceptualmente muy de acuerdo, aporta, entre otras muchas cuestiones, una de las importantes conclusiones a que se llegó en el I Congreso Nacional de la Profesión Veterinaria celebrado el pasado mes de mayo y que dice: “El Bienestar Animal es la ciencia que estudia la forma de vida de los animales, con el fin de que los mismos tengan cubiertas en todo momento sus necesidades fisiológicas y vivan en un medio ambiente adecuado y confortable, sin dolor ni miedo, y sean sacrificados sin sufrimiento y sin que consideraciones políticas, sociales o religiosas interfieran en su consecución».
Y es precisamente aquí dónde me permito discrepar sin ningún ánimo de molestar a nadie, ni de crear polémica (debo indicar aquí que el doctor Quintiliano Pérez Bonilla y yo, solemos discrepar profesionalmente con una cierta frecuencia en el marco de la mencionada gran amistad que nos une y de la admiración que le profeso). En este marco, me parece muy importante, para evitar confusiones conceptuales y deducciones no totalmente correctas, clarificar los conceptos (porque como expone muy acertadamente y con toda la razón, el Dr. Quintiliano Pérez Bonilla “el Bienestar Animal es un tema suficientemente serio…”).
Con todo el respeto me permito discrepar en el sentido de que el Bienestar animal no es, en mi opinión, ninguna ciencia. Según la Real Academia Española (RAE) ciencia es «el conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente».
En base a esta definición siempre he sido de la opinión de que la ciencia implicada en esta temática del Bienestar Animal es la Zootecnia. En efecto, la Zootecnia sí es una ciencia y es precisamente la ciencia que se ocupa del estudio de una compleja serie de parámetros en el ámbito de la producción animal con la finalidad de lograr (a través de la aplicación de los conocimientos obtenidos y de las conclusiones a que se llega) el mejor aprovechamiento realmente posible de los animales útiles (domésticos y silvestres), teniendo en cuenta, como factor primario, el bienestar animal, y, paralelamente, obtener el máximo rendimiento, administrando de forma óptima los principales factores de producción: capital humano, capital geográfico y capital financiero.
Llegados a este punto es preceptivo preguntarse, una vez más, qué es el Bienestar Animal (BA) en el ámbito de la producción animal fundamentada en una base animal útil. Para mí, y vuelvo al principio de esta nota, el bienestar animal es una realidad individual y coyuntural, más o menos prolongada, que se caracteriza porque el individuo (animal útil en este caso) se encuentra en una situación positiva de armonía y de equilibro anatómico, fisiológico y emocional consigo mismo y con el entorno en el que está inmerso.
Por esta razón el tema del BA es tanto más complejo cuanto más selecto (menos rústico) y por lo tanto más productivo es el individuo. Así, por ejemplo, nada tiene que ver en todo esta temática una gallina que es capaz de poner 500 huevos en 100 semanas con las “gallinas caseras” que pululaban sueltas por el patio y por la cocina de la propia casa hace unos 70 años en la “casa pairal” (pequeña masía en este caso) de mis bisabuelos maternos en el pueblo de Torrelavit. Lógico, éstas eran mucho más rústicas que aquéllas pero ponían 5 o 6 veces menos (esto sí, en este caso, el BA, en razón de la mencionada elevada rusticidad no era un tema de preocupación ni de conversación).
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid
Universidad Alfonso X el Sabio
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